jueves, 7 de julio de 2016

NOTAS ACERCA DE "EL SACAMANTECAS"

Juan Díaz de Garayo y Ruiz de Argadoña nació en el pueblo alavés de Eguilaz, en 1821, y fue un hombre normal hasta 1863, año en que falleció su primera mujer, viuda de "Jurrumbón", apodo, no peyorativo, que pasó a Garayo al contraer matrimonio. Su vida hasta entonces fue la corriente de un labrador alavés de aquella época, esto es: pobre, tirando a miserable, lleno de privaciones, sin más regocijo que el de comer algo mejor que de ordinario en la ciudad los días de mercado.

Muerta aquélla, de la que tuvo tres hijos, y con la cual vivió desde los veintinueve a los cuarenta y dos años, casó otras tres veces hasta el año 1879, en que fue apresado. A estas mujeres atribuía él su perdición, pues, conservando una verdadera veneración por la primera, insistía tozudamente en las malas condiciones de las otras tres.

Hasta trece hace ascender el amigo Gorrocha el número de víctimas de Garayo; mas, si nos atenemos a los testimonios de la época, éstas no fueron más que seis: la "Valdegoviesa", prostituta de unos cuarenta años, con la que salió amigablemente de Vitoria y a la que mató en las orillas del Recachiqui por no ponerse de acuerdo ambos respecto a la remuneración de los servicios de la ramera (sic) (esto ocurrió el dos de abril de 1870); la "Riojana", mujer de edad, que imploraba la caridad pública, y a la que asesinó en Labizcarra cerca del campo de Arana, por motivos análogos (12 de marzo de 1871); una joven de trece años, honrada y pobre, criada aldeana, que fue violada y muerta cerca de Gamarra (el 21 de agosto de 1872); la "Morena", muchacha de veintitrés años y mala conducta -dice Becerro-, y a la que mató, también por no querer aceptar dos reales como pago de la entrevista, en el término de Zumaquera (el 29 de agosto del mismo año); una honrada campesina de veinticinco años, natural del pueblo de Zoitegui, que asesinó después de atropellarla (7 de septiembre de 1879); una labradora de cincuenta y dos años, vecina de Nafarrate, que, en Araca, se negó a satisfacer sus deseos (esto ocurrió al día siguiente del crimen anterior).

Además de esto frustráronse, en 1878 sus intentos con una molinera de las Trianas y una mendiga cerca de Gomecha, que se defendieron heroicamente. Como la molinera diese parte, Garayo fue apresado y sufrió la condena de dos meses de prisión, sin que de él se sospechase que pudiera ser el autor de los crímenes que habían aterrado al vecindario.

Lo mismo que ocurre ahora en Dusseldorf, a Garayo se le atribuyeron crímenes que probablemente no cometió, como el que hizo el 2 de enero de 1878, del que fue víctima una aldeana que apareció horriblemente mutilada en el encuentro de los caminos de Mendiola y Castillo. Garayo negó siempre su participación en este delito. Poco después, el 28 de febrero, dentro del propio Vitoria, una niña de once años fue violada en su casa, y luego herida de varias puñaladas en el vientre, de las que murió pocos días después, no sin antes haber creído reconocer  como asesino suyo a un albañil de setenta y cinco años, sobre el que recayeron sospechas, y al que entonces se creyó autor de todos los delitos, sin que nada pudiese probarse contra él. Sin embargo, fue condenado y sufrió la pena de muerte el 19 de mayo de 1880. Algunos lo creyeron entonces inocente. Confidencialmente me indicó haber sido de esa opinión el que por aquel tiempo era alcalde de la ciudad. Más tarde, al descubrirse al verdadero "Sacamantecas", se pensó en un lamentable error judicial.

También fue procesado un pastor contra el que nada se pudo probar. Indudablemente la impunidad de los delitos hizo que el "Sacamantecas" tuviera imitadores.

Las proporciones acostumbradas en estas crónicas no me me permiten extenderme en lo que resulta más interesante del asunto, que son las observaciones hechas en Garayo por los hombres de ciencia.

Hay detalles en la vida de aquel desdichado que asombran. Contaba cincuenta y nueve años -no sesenta, amigo Gorrocha- y a pesar de estar condenado a muerte tuvo el capricho de aprender a leer, cosa que hizo con extraordinaria facilidad, en poquísimo tiempo. Su característica era una misoginia salvaje. Razonaba a su manera sin vacilaciones, no se desmentía. En los más terribles momentos se mantuvo firme, sin perder el apetito ni el sueño. Poseía gran fortaleza física y mañas extraordinarias.

El doctor Ezquerdo vio en él un alienado; los forenses vitorianos lo observaron y no fueron de este parecer. Ramón de Apraíz refutó al ilustre doctor, o al menos el Supremo le dio la razón; pero Apraíz pedía el indulto del desgraciado, y éste no fue concedido.

Mientras vivió D. Ramón guardó en su casa el cráneo de Garayo; mas a su muerte, las personas que se hicieron cargo de sus papeles hicieron enterrar aquella cabeza, desapareciendo con ella un dato para la ciencia de indiscutible valor, aunque fuese simplemente negativo.

RICARDO DE APRAIZ
Vitoria, noviembre de 1929

Comentarios de R. de Apraíz basados en escritos de Ricardo Becerro de Bengoa y Ramón de Apraíz, éste último refutando las teorías expuestas por el Dr Ezquerdo en la Facultad de Medicina de Madrid, quien sustentó que Garayo, "El Sacamantecas" era un loco para ser recluido en una casa de salud y no un criminal merecedor del garrote.

La Voz (Madrid). 30/11/1929, pág. 4.

NOTA DE WIKIPEDIA:

Juan Díaz de Garayo fue llamado "El Sacamantecas" cuando fue arrestado y cuando se le hizo convicto, y hoy en día a veces se le define como "El Verdadero Sacamantecas", aunque él no fue el origen de la leyenda, como tampoco extrajo nunca la grasa de sus víctimas.
Aunque solo Garayo fue conocido como "El Sacamantecas", otros asesinos en serie y de niños en el siglo XIX y principios del siglo XX en España fueron llamados así también, tales como Manuel Blanco Romasanta, Enriqueta Martí i Ripollés y los asesinatos de La Sierra de Gador en 1910


Juan Díaz de Garayo
"El Sacamantecas"


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