Abriendo mi cuaderno


Llegaron. Creyeron que sus crímenes permanecerían impunes.
El año del punto de mira. Año de celebraciones, premios y acuerdos entre amigos. Año de abundantes visitas. Reuniones, carcajadas, y deseos y agasajos.
Agasajos recibidos desde rutas lejanas, hasta lugares donde lo más alto se mofa de los escrúpulos.
La seguridad deja inseguros los parajes oscuros.
Aquel año terminó mal para el "señor x", posiblemente lo quisieron eliminar. Posiblemente su moralidad estaba ya muy por debajo de las cloacas. Comenzó su nuevo año a trompicones. Y decidió prescindir de la guía moral que tanto le molestaba. Inaudito, pensó quien dejaría su compañía tras largos años de encabronamientos silenciosos.


Cuerpos que surgen de la tierra, nombres sin rostro que no permiten que aquello, que "eso" pase desapercibido.
Se equivocaron de lugar. No contaban con la respuesta general y enfatizada del pueblo. Un pueblo guste o no, soberano, eso da agallas.
Se fueron, aquí no podrían hacer nada.
Hoy en día siguen con sus crimenes rituales en otros puntos, áreas donde las gentes todavía no pueden mostrar esas agallas necesarias, que, aunque las tienen, el campo parece vírgen para sus fechorías. Y así lo es, y no lo parece.
Entre tierra y tierra, su impunidad sigue.